A menudo nos preguntan por qué bi.org tiende a usar la palabra más corta y menos formal “bi“ en vez de “bisexual“. Esto no es por accidente sino el resultado de una cuidadosa consideración. La bisexualidad, como la homosexualidad, la heterosexualidad, y la asexualidad[1] es un término científico que describe una orientación sexual. Mientras que estas palabras son importantes en las investigaciones sobre el sexo y la medicina, en el lenguaje cotidiano puede sonar clínicas o inapropiadas. Por supuesto, los extremistas que son anti-LGBTI usan las palabras como “homosexuales“ en un intento de deshumanizar y estigmatizar a las personas gay.
Durante el siglo pasado, a medida que nuestra sociedad ha llegado a comprender que no todos están “programados” a ser heterosexual, nuestro concepto cultural de la sexualidad ha evolucionado de algo que la gente hace aparte de su identidad y su sentido de sí mismo. Esa conciencia nos ha dado términos como gay, lesbiana, y queer. Mientras que es común que las personas y organizaciones se refieran a grupos de personas bi como “bisexuales“, creemos que ha llegado el momento de dejar esta práctica. Por lo tanto hemos elegido usar el término coloquial “bi” cuando sea más apropiado un lenguaje más informal y cotidiano. Usamos “bisexual” como un término preciso para la orientación sexual y bi como una identidad sexual.
A menudo nos preguntan por qué bi.org tiende a usar la palabra más corta y menos formal “bi“ en vez de “bisexual“. Esto no es por accidente sino el resultado de una cuidadosa consideración.
La bisexualidad es un término que fue creado en la segunda mitad del siglo XIX, en la época cuando los pioneros del movimiento LGBTI básicamente inventaron el campo de la ciencia del sexo en la búsqueda de establecer una base legal para la despenalización de la intimidad sexual entre los hombres. Antes de ese tiempo, la sociedad Occidental generalmente veía la actividad de entre dos personas del mismo sexo simplemente un acto ilícito, a menudo siendo condenado como un fallo moral o un crimen punible con pena de cárcel o peor.
En la década de 1860, los primeros activistas LGBTI como Karl Heinrich Ulrichs propuso la idea que la homosexualidad no era algo fuera de la naturaleza; que hay una base biológica de atracción y que algunas personas son “creadas“ diferente y que tienen patrones definidos de atracciones y de identidad de género. Él argumentaba que los hombres quienes han tenido relaciones sexuales con otros hombres, no eran moralmente imperfectos, pero simplemente actuaban de acuerdo con su naturaleza inherente. En 1868, Karl Maria Kerbeny, otra de las primeras activistas de los derechos LGBTI, escribió una carta a Ulrichs, en la cual inventó los términos heterosexual y homosexual. Continuó usando los términos para argumentar en contra de las leyes contra la sodomía y otras formas de la discriminación legal contra lo que ahora llamamos personas LGBTI.
Aunque tomó más de un siglo en conseguir la aceptación universal, los científicos lentamente han llegado a estar de acuerdo con los activistas; la idea que las personas tienen una orientación sexual innata fue útil en explicar las observaciones que se habían hecho en el mundo real. Richard von Krafft-Ebing, uno de los primeros científicos sobre el sexo, hizo popular los términos de Kertbeny. En 1892, después de encontrarse una y otra vez con personas que no pertenecían en las categorías heterosexual u homosexual, von Krafft-Ebing expandió el lexicón al crear el término bisexual para describir a las personas quienes mostraban atracciones tanto por el mismo y diferente sexo. Mientras que lingüísticamente esto fue un paso adelante, von Krafft-Ebing y sus compañeros médicos continuaron siendo un producto de su tiempo. A pesar de su deseo de querer ayudar a las personas no heterosexuales deshacer los estigmas morales, ellos generalmente continuaban en estigmatizar a cualquier tipo de sexo que no era heterosexual involucrando un pene y una vagina (incluyendo la masturbación y el sexo oral) como tipos de sexo que no crearán embarazos, y de esa manera algo poco productivo y poco saludable.
Durante el siglo pasado, el campo de la sexología ha avanzado mucho. Ahora sabemos que las actividades no procreadoras como la masturbación no causa locura o la pérdida de la vitalidad y en vez de eso pueden ser una parte importante de una vida sexual saludable.[1] También hemos aprendido que el sexo cumple funciones importantes que no tienen nada que ver con la reproducción tales como el facilitar la conexión entre las personas, ayudando a reconciliarse después de un conflicto, y reducir de las tensiones sociales, tanto en las sociedades de humanos y primates.[2] Nuestra apreciación por las muchas causas y funciones de lo que no es heterosexual continúan evolucionando. Incluso el mismo campo de la sexología ha cambiado; en vez de simplemente ser sujetos de investigación, las personas queer ahora son fuertemente representadas en las disciplinas que ahora considera él amplío espectro de heterosexualidad, bisexualidad, homosexualidad y asexualidad[3] como parte de un mosaico lleno de colores igual que la humanidad lo es.
Aunque la investigación y el activismo sexual ha sido una fuerza importante en apoyar nuestra comprensión de la sexualidad humana, eso no significa que la terminología se adapte bien al lenguaje cotidiano. La palabra “homosexaual“ es útil debido a que tiene un significado preciso, pero en la conversación diaria puede sonar algo vieja, médica, y hasta deshumanizante. Cada vez más, los hablantes respetuosos del idioma inglés y español han evitado el uso de términos de orientación sexual como sustantivos. Los extremistas anti-LGBTI, por el otro lado, les gusta usar la palabra “homosexuales“ para referirse a lesbianas, gays e incluso bis porque suena clínico y contribuye a la percepción de que somos enfermos, anormales o como personas cuyas vidas son definidas por nuestra orientación sexual.
Durante el siglo pasado, a medida que nuestra sociedad ha llegado a comprender que no todos están “programados” a ser heterosexual, nuestro concepto cultural de la sexualidad ha evolucionado de algo que la gente hace aparte de su identidad y su sentido de sí mismo. Esa conciencia nos ha dado términos como gay, lesbiana, y queer. Mientras que es común que las personas y organizaciones se refieran a grupos de personas bi como “bisexuales“, creemos que ha llegado el momento de dejar esta práctica. Por lo tanto hemos elegido usar el término coloquial “bi” cuando es más apropiado un lenguaje más informal y cotidiano. Usamos “bisexual” como un término preciso para la orientación sexual y bi como una identidad sexual.